La oligarquía literaria, por C.Brodsky
Los poetas escriben herméticamente para los poetas, los críticos critican tozudamente para los críticos. Hace tiempo ya que el devenir literario sólo incumbe a los "iniciados". De capa y espada, la pobredumbre del mundillo se la reparten los feligreses de una u otra capilla, mientras el lector -el pueblo, dirán los avezados que no se creen eso de la "gente" y la "ciudadanía"- ni siquiera toma palco, porque el teatro es muy exclusivo, muy chico, muy a la medida de los actores.
Desaparecen revistas y medios, pero la oligarquía insiste en hacer encuentros entre miembros de un circuito inexistente; la palabra hace tiempo que perdió protagonismo y especificidad, pero los hijos de la clase media ilustrada insisten en diferenciarse etariamente, a falta de argumentos estéticos. La política, como acción de masas y proceso colectivo, ya no está en la cabeza ni del más afiebrado, pero se intenta inventar una politicidad rebuscada y hermética, a falta de un texto legible y social.
La oligarquía, ese viejo fantasma con demasiada carne para estar muerto y un poder exagerado para ser vanguardia, se enquistó hace rato en la farándula literaria. Desde un contestatarismo MTV se arrima al árbol del canon, se viste de borrón y cuenta nueva, convierte la cortesanía a la que nos acostumbró Neruda en una nueva forma de mamonería formalista y se mete al bolsillo, y de un solo envión, palabra, lenguaje, mentira y democracia.
Los podetas, aprendices aventajados de catapilcos y bazuritas, desvían la atención y en nombre de la nueva poesía la convierten en alhaja de las elites. A escribir se aprende ahora en universidades privadas, y las carreras las dirigen los que pedían educación pública y gratuita en los '90.
¡Bravo! los hijos de Vaisse, Alone y el cura Valente, renegando del padre, buscan la bendición del hijo y el espíritu santo. Todos somos épicos, sexuales, genéricos y urbanos. Todos somos poetas y literatos, en la medida en que tengamos la invitación en la mano, o conozcamos al editor literario de turno.
Réquiem para la poesía y las letras, que acostumbradas a mentir se creyeron el cuento y hoy se solazan en encuentros vociferantes, parafernalias de sicólogo postestructuralista y grotescas sobadas de lomo. Krishna Navas al Nacional y Escalona al Nóbel; Lihn, Teillier, Alegría y el resto, al cómodo espacio del cajón de los mitos urbanos.
Esqueletos en el clóset, cóctel con vino blanco y la etérea pedantería del tuerto.
1 cartas al director:
yo cacho que te andan buscando...
estarás acostumbrado.
un abrazo,
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