octubre 02, 2006

La oligarquía literaria, por C.Brodsky

Los poetas escriben herméticamente para los poetas, los críticos critican tozudamente para los críticos. Hace tiempo ya que el devenir literario sólo incumbe a los "iniciados". De capa y espada, la pobredumbre del mundillo se la reparten los feligreses de una u otra capilla, mientras el lector -el pueblo, dirán los avezados que no se creen eso de la "gente" y la "ciudadanía"- ni siquiera toma palco, porque el teatro es muy exclusivo, muy chico, muy a la medida de los actores.

Desaparecen revistas y medios, pero la oligarquía insiste en hacer encuentros entre miembros de un circuito inexistente; la palabra hace tiempo que perdió protagonismo y especificidad, pero los hijos de la clase media ilustrada insisten en diferenciarse etariamente, a falta de argumentos estéticos. La política, como acción de masas y proceso colectivo, ya no está en la cabeza ni del más afiebrado, pero se intenta inventar una politicidad rebuscada y hermética, a falta de un texto legible y social.

La oligarquía, ese viejo fantasma con demasiada carne para estar muerto y un poder exagerado para ser vanguardia, se enquistó hace rato en la farándula literaria. Desde un contestatarismo MTV se arrima al árbol del canon, se viste de borrón y cuenta nueva, convierte la cortesanía a la que nos acostumbró Neruda en una nueva forma de mamonería formalista y se mete al bolsillo, y de un solo envión, palabra, lenguaje, mentira y democracia.

Los podetas, aprendices aventajados de catapilcos y bazuritas, desvían la atención y en nombre de la nueva poesía la convierten en alhaja de las elites. A escribir se aprende ahora en universidades privadas, y las carreras las dirigen los que pedían educación pública y gratuita en los '90.

¡Bravo! los hijos de Vaisse, Alone y el cura Valente, renegando del padre, buscan la bendición del hijo y el espíritu santo. Todos somos épicos, sexuales, genéricos y urbanos. Todos somos poetas y literatos, en la medida en que tengamos la invitación en la mano, o conozcamos al editor literario de turno.

Réquiem para la poesía y las letras, que acostumbradas a mentir se creyeron el cuento y hoy se solazan en encuentros vociferantes, parafernalias de sicólogo postestructuralista y grotescas sobadas de lomo. Krishna Navas al Nacional y Escalona al Nóbel; Lihn, Teillier, Alegría y el resto, al cómodo espacio del cajón de los mitos urbanos.
Esqueletos en el clóset, cóctel con vino blanco y la etérea pedantería del tuerto.

1 cartas al director:

Blogger tuerten dejó dicho...

yo cacho que te andan buscando...

estarás acostumbrado.

un abrazo,

2:45 p. m.  

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